En todas las obras se aprecia una atmósfera sonámbula, romántica, cercana al ocaso y en la inmovilidad previa al inicio de una enorme tormenta; ese instante es quietud real, no aparente, pues sabemos que antes de la tempestad, de la descarga, todo se paraliza, permanece quieto, a excepción de las nubes, que parecen ir más allá de los límites del cuadro. Repetidas veladuras me permiten reflejar esa atmósfera “atormentada”; manchas que aparecen, borro y vuelvo a colocar, dejando en ese trasiego algunos rastros que en conjunto llegan a construir los cielos.
Faustino Ruiz de la Peña